Menu

Buscar en el blog

viernes, 9 de enero de 2015

La enseñanza en el Antiguo Egipto

Desde la Antigüedad se tenía información sobre los avanzados conocimientos de los que disponía la civilización egipcia, ¿Pero sabemos cómo se formaban en ellos?
Las noticias que tenemos sobre la enseñanza en el Antiguo Egipto son bastante escasas, aunque nos han llegado algunos papiros con los que podemos reconstruir su ‹‹sistema educativo››.
Parece que la primera instrucción de los hijos e hijas se realizaba por parte de la familia. Era aquí donde se les inculcaban los sistemas religiosos y morales de la época. A la edad de cinco años los retoños eran enviados a una institución conocida como ‹‹Sala de Enseñanza››, que sería lo que actualmente conocemos como enseñanza primaria. En cuanto a la duración de estos estudios no contamos con un límite establecido. Al igual que tampoco sabemos si existía distinción entre niños y niñas.

 Lo que sí parece cierto es que la asistencia a esta institución no debió de ser obligatoria para toda la población, puesto que muchas familias no pudientes necesitarían la mano de obra de sus hijos. A los doce años parece que los niños pasaban a otra institución donde estudiaban escritura, lectura y se hacían ejercicios de copiado. Este lugar parece que corresponde a las llamadas ‹‹Casas de Vida››, donde se formaba a los discípulos que emprenderían carrera burocrática o sacerdotal; ¿pero tenían acceso a estas ‹‹escuelas›› toda la población? Debía de ser difícil para una familia de clase baja poder asumir el gasto de mantener a un hijo en tal recinto. Tales gastos comprendían las ofrendas que el alumno debería hacer al templo, el viaje si tenía que cambiar de ciudad y los materiales para ejercer su estudio, entre otros. Por lo tanto, no parece que hubiese un  acceso libre a la educación, ni siquiera a la que se impartían en las Salas de Enseñanza.

La mayoría de la población sería instruida desde pequeña en su propia aldea, bajo la responsabilidad directa de sus progenitores y familia o si era el caso de la existencia de algún erudito en el lugar. Tenemos que tener en cuenta que la mayoría de la población egipcia era analfabeta, por lo que sus trabajos no les permitirían gozar de una elevada posición social y acceder a la educación, cuya principal función era la de preparar a futuros funcionarios.

Los hijos de los escribas y los de las clases altas si podían recibir una educación, bien por parte de sus padres escribas o bien en palacio, en la cual también estaría incluidas las niñas. Estas sobre todo eran instruidas en gramática, literatura, danza, música, la realización de ungüentos y tejidos. Su educación se realizaba en la llamada Casa Jeneret, unas dependencias que estaban bajo la supervisión de la Gran Esposa Real. Aun así, ni siquiera todos los pertenecientes a las clases nobles sabían leer y escribir, solo un 1% ó 2% de la población tenía dichas destrezas. Fuera de las clases nobles, los hijos de los escultores y pintores debían aprender de sus padres el oficio y del mismo modo a leer y escribir, puesto que en su futuro trabajo deberían plasmar los textos encargados.

Los sacerdotes y los escribas eran los encargados de impartir las clases en las Salas de Enseñanza y en la Casa de Vida (Per Ankh) de los templos, respectivamente. Las Casas de Vida aparecieron en el Imperio Medio, por lo que anteriormente era directamente el funcionario quien se encargaba de enseñar a su pupilo.

En Ity-Tawy, capital durante el Imperio Medio, se encontraba una escuela para formar a los funcionarios que serían parte de la administración. El modo de enseñanza que usaban los antiguos egipcios discrepa mucho de los sistemas pedagógicos tan en boga actualmente. El aprendizaje de la escritura se realizaba mediante el copiado sistemático de textos. Los futuros escribas o administradores debían de copiar en tablillas, ostracas, cuero o papiros y aprender de memoria textos administrativos, religiosos, comerciales, literarios, etc.; entre ellos destacaba el Libro de Kemit, compuesto por modelos de cartas, expresiones y frases útiles para los escribas, aparte de textos sapienciales dispuestos en líneas verticales con gran sencillez, lo que facilitaba su aprendizaje. De la escuela de Deir el Medina nos han llegado numerosas copias de este libro.

Era una forma de que aprendiesen correctamente el sistema de escritura y de que siguiese vigente, inamovible y perpetuándose en el tiempo, aunque en ocasiones realizasen copias de textos con una antigüedad de quinientos años y no entendiesen bien su contenido. A parte de aprender la lengua egipcia, debían comprender y saber redactar en otras lenguas como el acadio, nubio o griego debido a las relaciones comerciales que Egipto establecía con los países de su alrededor. El tiempo de aprendizaje era largo, llegando incluso a los siete años para dominar con exactitud el sistema de escritura y lectura. Cuando el dominio de la lengua estaba consolidado, los alumnos pasaban bajo la tutela de un escriba; así, al mismo tiempo que ampliaban sus conocimientos y oficio, ayudaban a su maestro.

No nos ha llegado información sobre la realización de exámenes, solo en época ptolemaica parece que sí se realizaban. Los profesores se encargaban de corregir la gramática y de conseguir una perfecta caligrafía que no se saliese del sistema iconográfico vigente en Egipto durante toda su historia. Aunque el jeroglífico no fue el único tipo caligráfico; éste también convivió con el hierático y el demótico. Nos ha llegado un texto en el cual se compara la instrucción de un alumno con la ‹‹doma de un caballo››, y parece que para conseguir tal doma, los sacerdotes y profesores no tenían reparo en usar los golpes si con ellos lograban ejercer la disciplina en los alumnos; ‹‹la oreja de un muchacho está en su espalda, oye a través de los golpes››.

Después de pasar estos duros años de estudio, el trabajo del escriba era el más envidiado por la población. Ha llegado un texto conocido como La sátira de los oficios, en el cual un padre habla a su hijo de los beneficios de ser escriba. Para ello expone los pesares que deben pasar los hombres que realizan otro trabajo, como los  herreros, barberos, carpinteros, alfareros, etc. El texto que nos ha llegado es una de las numerosas copias realizadas durante la XIX dinastía, pero parece estar fechado en la XII dinastía y ya hace mención al anteriormente indicado Libro de Kemit. Sin embargo, el texto ensalza así la profesión de escriba:
‹‹Mira, no hay una profesión que esté libre de director, excepto el escriba. Él es el jefe. Si conoces la escritura, te irá mejor que en las profesiones que te he presentado. Míralos en su miseria […] Un (solo) día en la escuela te será beneficioso. Es (algo) para la eternidad  […] Mira, te he colocado en el camino del dios […] Mira, no hay escriba que carezca de comida y de bienes de palacio […]››


Al hablar de escriba o amanuense, a todos nos viene a la cabeza la imagen de esculturas que han sobrevivido al paso del tiempo y que nos reflejan a hombres sentados en postura de escribir, con sus utensilios y un aspecto saludable y redondo, el cual nos hace pensar que no pasaban necesidades alimenticias como se expone en el texto anteriormente citado.

No nos ha llegado ninguna escultura que refleje a una mujer realizando esta profesión, pero sí hay constancia de tumbas femeninas en las que aparece su dueña representada con los utensilios típicos de la escribanía, al igual que varias cartas aparentemente escritas por mujeres, por lo que el acceso al conocimiento de la escritura parece no estar vetado al género femenino, aunque sea difícil encontrarlas en puestos de la administración.
Por último citar al dios de la sabiduría, Thot. Este dios era el patrón de los escribas, debido a que era considerado el inventor de la escritura. Su nombre en egipcio, Dyehuty, hace referencia al XV nomo del Bajo Egipto, por lo que puede tener su origen en esta ciudad para más tarde extenderse su culto al resto del país.

Fuente: http://www.temporamagazine.com/la-ensenanza-en-el-antiguo-egipto/

No hay comentarios:

Publicar un comentario