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jueves, 11 de junio de 2015

Un papiro con muchos usos

El papel lleva con nosotros dos milenios. Lo inventaron los chinos en el siglo I a. C y tardó en llegar a Europa la mitad de ese tiempo. En el año 751, ejércitos árabes y chinos se enfrentaron junto al río Talas y los musulmanes capturaron a unos cuantos artesanos del papel que les transmitieron la técnica, la cual llegaría definitivamente a Europa por intermedio de España.

Los egipcios no conocieron el papel, pero dispusieron de algo casi igual de bueno, el papiro, que fue el principal soporte de la escritura en el valle del Nilo y luego en el mundo mediterráneo, hasta la competencia del pergamino y luego del papel. Uno podía utilizar un fragmento de cerámica o de piedra para tomar un apunte, escribir una carta y demás, pero resultaba poco práctico para un libro de cierta extensión. Por eso los clásicos de la literatura grecorromana se escribieron sobre papiro y por eso la Biblioteca de Alejandría contenía centenares de miles de rollos escritos de este material.

Hace pocos años, se encontró en Oxirrinco, cerca del lago Fayum, un curioso papiro que nos hace pensar en lo polifuncional que era este material. Se trata del P(apiro). Oxy(rrinco). 67.4633, que no es sino un fragmento de un rollo del siglo III d. C. que contiene un comentario a la Ilíada de Homero redactado en una preciosa caligrafía. Hasta aquí, todo normal. En la ciudad de Oxirrinco se encontraron a finales del siglo XIX tantos papiros que más de un siglo después muchos siguen todavía sin haber sido publicados.

El caso es que a los investigadores que estudiaron este fragmento concreto hubo algo que les dio un tufillo raro desde el principio. Parte del texto estaba cubierto por nódulos de una sustancia marrón oscura que, al ser analizada por arquebotánicos en el Instituto de Arqueología de Londres, demostró contener cáscaras de trigo. La primera impresión se confirmaba: lo que manchaba parte del texto no eran sino heces humanas. ¡En algún momento del pasado alguien había utilizado el papiro para limpiarse tras hacer sus necesidades!

Lo extraordinario es que el papiro no apareció junto a una letrina, tirado después de su ignominioso uso. Antes al contrario, apareció doblado y aplanado, como todo el resto de papiros encontrados con él. Para poder aplanar así un papiro hay primero que humedecerlo, de tal modo que sus fibras se relajen y pueda aplicarse presión al material; si no, se hubiera roto, porque el papiro es quebradizo. Esto significa que alguien tuvo que tomarse la molestia de recuperar el papiro, limpiar al menos parte de la desagradable carga que lo manchaba y, suponemos que haciendo de tripas corazón, encargarse de doblar el papiro y guardarlo luego (se trataba de un objeto caro que no se podía tirar así como así). Imaginamos que el olor en las cercanías de esa parte de la biblioteca habría sido un aliciente para no acercarse demasiado a ella.

El uso dado al papiro presenta, no obstante, una lectura que puede ir más allá de su uso higiénico. Reconozcámoslo, el papiro no es lo que se dice especialmente suave y si uno se imagina usándolo para esos menesteres el paralelo que se le viene de inmediato a la cabeza es el papel de estraza, que no es lo que se dice especialmente adecuado para... bueno eso. Está claro que cuando la necesidad aprieta se echa mano de lo primero que se encuentra; sin embargo, ¿no sería posible que en realidad el perpetrador estuviera dejando con su acto una muestra de su desagrado por algo, una crítica al contenido del comentario sobre la Ilíada, quizá una pequeña venganza contra el copista de la obra o incluso contra el bibliotecario al que le tocaría hacerse cargo del papiro? Todo son meras lucubraciones, pero dan que pensar. Algo huele mal con este papiro, eso está claro.

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