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viernes, 6 de noviembre de 2015

Enanos y muy poderosos

Grupo escultórico del enano Seneb y su familia.

Ni los egipcios tuvieron reparo a la hora de representar a personas con discapacidades físicas, ni eso impidió que estas accedieran a posiciones relevantes.

José Miguel Parra, autor de "La vida cotidiana en el Antiguo Egipto" (La Esfera de los Libros), relata el tratamiento del enanismo en el País del Nilo.






No parece en modo alguno que los egipcios fueran más propensos que los pueblos de su entorno a sufrir cualquiera de las enfermedades que producían poliomelitis, enanismo o tuberculosis ósea. Sí parecen, en cambio, mucho menos reacios a mostrarlas en dibujos, estatuas o relieves. No sabemos si ello se debía a un afán de naturalismo o, sencillamente, para dar realidad al mundo idealizado que el difunto se llevaba consigo a la tumba; pero lo cierto es que, pese a su estricto canon, cuando se trataba de personas con algún tipo de malformación física los egipcios no se mostraban tímidos a la hora de mostrarlas tal cual.

Esta relación de los egipcios con la malformación humana viene de lejos, desde la época predinástica. En la tumba S15 (Nagada IIA-IIB) del cementerio de Adaima (Alto Egipto) se encontró el esqueleto de una mujer muy revuelto. Una vez reconstruido se pudo comprobar que se trataba de una persona de unos 30 años de edad que había sufrido el mal de Pott, como era evidente por la increíble curvatura de la columna vertebral, que la obligaba a caminar inclinada hacia delante. Lo interesante en sí no es la malformación, de la que en la tumba S35 hay otro ejemplo en un niño de doce años, sino el ajuar funerario que la acompaña: tres vasos de cerámica de los cuales uno había sido deformado antes de la cocción con objeto de que su forma recordara de algún modo a la de la difunta. De épocas posteriores, hay varias estatuillas que muestran una columna fuertemente curvada, la cual podría ser una representación de este mismo mal de Pott.

El vaso de Adaima sería la primera imagen de una persona con malformación que se conserva en el valle del Nilo y de las cuales hay un detalle que llama la atención: la elevada proporción de enanos; porque, sin contar las figuras del dios Bes, se conocen más de 200 de ellas en todos los soportes.

Raciocionio y capacidad de concentración

Pataikos, dios enano egipcio que protegía del mal.
En realidad, la relevancia social de los enanos, o cuando menos su no discriminación, es visible en el registro arqueológico ya desde la época tinita, cuando los encontramos enterrados en los complejos funerario de los reyes Djer (3 enanos), Den (4) y Semerkhet (2). La mejor calidad de sus estelas comparadas con las del resto de cortesanos parece un indicio de su aprecio por parte de los soberanos, aunque no sepamos cómo interpretar que las de los perros del faraón tengan idéntica calidad.

Durante el Reino Antiguo los enanos forman parte del personal de las casas de los grandes personajes, tanto de la Administración como de la familia real. Sus títulos y tareas desempeñadas no se diferencian de los de otras personas de talla normal, aunque parecen evitar las labores al aire libre y destacar en la cría y cuidado de mascotas o la realización de joyas. Su presencia en escenas cuyos protagonistas habituales eran mujeres o niños hace que exista en la categoría social de los enanos un matiz que se nos vuelve a escapar. Desde luego, que un adulto con la talla de un niño sustituyera a un infante en una tarea o ceremonia suponía que ésta corría menos riesgo de salir mal, al hacerse cargo de ella una persona con raciocinio y capacidad de concentración, pero de escasa estatura. Explicación que, sin embargo, no cabe en el caso de las ceremonias con mujeres.

Los egipcios no mostraban ningún prejuicio hacia los enanos, más bien al contrario. No eran seres del caos, ni el enanismo una manifestación negativa del dios o un castigo por actuar contra la maat.
Leer más: http://www.elmundo.es/la-aventura-de-la-historia/2015/10/28/56309b0aca4741f51b8b4589.html

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