Hay que reconocer que Bob Brier no es un egiptólogo muy ortodoxo, porque
si bien es doctor, lo es en Filosofía por la Universidad de Carolina
del Norte en Chapel Hill (1970). Por otra parte, no cabe duda de su buen
hacer como estudiosos, que le llevó a ser director del departamento de
esta disciplina en la Universidad de Long Island (1981-1996). Esta
circunstancia, sus primero pinitos en el mundo de la parapsicología y
sus exitosos programas de televisión sobre la cultura faraónica pueden
hacernos pensar que estamos ante un diletante de la egiptología; pero no
es así, porque sus amplios conocimientos sobre el mundo faraónico le
han permitido enseñar jeroglíficos y egiptología en centros de docencia
universitaria de la ciudad de Nueva York. Por si esto fuera poco, Brier
también ha realizado interesantes aportaciones científicas a esta
ciencia. Uno de las más curiosas consistió en replicar el método de
momificación egipcio con el cuerpo que un difunto había donado a la
ciencia. El resultado lo presentó en dos artículos publicados en una de
las más venerables revistas científicas de egiptología la Zeitschrift
für ägyptische Sprache und Altertumskunde (abreviada ZÄS) Este trabajo,
realizado junto al forense Ronald Wade, les permitió confirmar y
despejar algunas dudas al respecto de la técnica egipcia, como demostrar
que el cerebro sólo podía ser extraído por la nariz después de haber
sido convertido en pulpa con una varilla.
Recientemente, y en la misma revista, Brier va a publicar publicar otro interesante artículo relacionado también con las momias egipcias. Esta vez son de época romana y están protegidas por tablas de momia sobre las que hay pintadas un retrato del difunto.
La historia de estas momias y sus retratos comienza en torno a 1880, cuando comenzaron a aparecer en el mercado de antigüedades. Como no podía ser de otro modo, las mejor conocidas son el grupo que desenterró y estudio W. M. F. Petrie en El Fayum algunos años después, pues son de las pocas donde momia y tabla pintada se conservan juntas. Por desgracia, de los más de mil «retratos del Fayum» que se conocen, en poco más de cien casos ambos elementos se mantienen aunados. En realidad, éste ha sido el objetivo de la investigación de Brier, intentar comprobar hasta qué punto los retratos de esos romanos-egipcios de los siglo I a. C.-I d. C. son fieles a los rasgos del difunto que los encargó.
Para ello Brier realizó tomografías computerizadas de las momias, convertidas luego en modelos físicos de resina que, seguidamente, pasó a una experta forense en reconstrucciones faciales sin informarle ni mostrarle los retratos. La tarea de reconstrucción no es sencilla y supuso bastantes días de trabajo por cada cráneo por parte de la forense, Caroline Wilkinson, pero mereció la pena. Cuando se comprobaron sus resultados con la imagen de la tabla correspondiente se comprobó que los pintores romanos-egipcios eran diestros, poseían una gran técnica y… sabían quién le pagaba el sueldo. Como se puede ver en los ejemplos publicados, el parecido entre la reconstrucción y su retrato es innegable, aunque con algunos matices, pues el artista retocó ligeramente algunos rasgos del difunto para conseguir que su aspecto mejorara. Las narices sufren una ligera rinoplastia con el pincel y se hacen algo más pequeñas y coquetas, mientras que los rasgos del mentón o los pómulos sufren también un pequeño «toque» que los hace más marcados y atractivos a la vista.
En al menos un caso de los cuatro que ha estudiado, el pintor modificó tanto los rasgos físicos del difunto con sus pinceles que el propio Brier consideró en un primer momento que tabla y momia no se correspondían. No obstante, un análisis más en profundidad de los rasgos uno por uno terminó por demostrar que no había habido equivocación de los embalsamadores, sólo un exceso de celo por parte del artista…
Fuente: http://www.lahistoriaempiezaenegipto.com/713/
Recientemente, y en la misma revista, Brier va a publicar publicar otro interesante artículo relacionado también con las momias egipcias. Esta vez son de época romana y están protegidas por tablas de momia sobre las que hay pintadas un retrato del difunto.
La historia de estas momias y sus retratos comienza en torno a 1880, cuando comenzaron a aparecer en el mercado de antigüedades. Como no podía ser de otro modo, las mejor conocidas son el grupo que desenterró y estudio W. M. F. Petrie en El Fayum algunos años después, pues son de las pocas donde momia y tabla pintada se conservan juntas. Por desgracia, de los más de mil «retratos del Fayum» que se conocen, en poco más de cien casos ambos elementos se mantienen aunados. En realidad, éste ha sido el objetivo de la investigación de Brier, intentar comprobar hasta qué punto los retratos de esos romanos-egipcios de los siglo I a. C.-I d. C. son fieles a los rasgos del difunto que los encargó.
Para ello Brier realizó tomografías computerizadas de las momias, convertidas luego en modelos físicos de resina que, seguidamente, pasó a una experta forense en reconstrucciones faciales sin informarle ni mostrarle los retratos. La tarea de reconstrucción no es sencilla y supuso bastantes días de trabajo por cada cráneo por parte de la forense, Caroline Wilkinson, pero mereció la pena. Cuando se comprobaron sus resultados con la imagen de la tabla correspondiente se comprobó que los pintores romanos-egipcios eran diestros, poseían una gran técnica y… sabían quién le pagaba el sueldo. Como se puede ver en los ejemplos publicados, el parecido entre la reconstrucción y su retrato es innegable, aunque con algunos matices, pues el artista retocó ligeramente algunos rasgos del difunto para conseguir que su aspecto mejorara. Las narices sufren una ligera rinoplastia con el pincel y se hacen algo más pequeñas y coquetas, mientras que los rasgos del mentón o los pómulos sufren también un pequeño «toque» que los hace más marcados y atractivos a la vista.
En al menos un caso de los cuatro que ha estudiado, el pintor modificó tanto los rasgos físicos del difunto con sus pinceles que el propio Brier consideró en un primer momento que tabla y momia no se correspondían. No obstante, un análisis más en profundidad de los rasgos uno por uno terminó por demostrar que no había habido equivocación de los embalsamadores, sólo un exceso de celo por parte del artista…
Fuente: http://www.lahistoriaempiezaenegipto.com/713/
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