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martes, 10 de mayo de 2016

España abandona a sus Egiptólogos

La basura se amontona junto a una verja carcomida por el óxido. La yedra y los árboles crecen a su albedrío en un jardín sepultado por la arena y la desidia. Unos puntales socorren un porche que amenaza ruina. Esta sórdida imagen, fruto de un concienzudo abandono, es la que luce la sede del Instituto Arqueológico Español de El Cairo, una institución fantasma fundada con grandes alharacas en 1993 y que acaba de ser desmantelada con total mutismo por las autoridades españolas tras permanecer en el limbo durante 23 largos años.

"Produce una tristeza enorme. Pusimos mucha ilusión e interés en el proyecto. El inmueble estaba completamente amueblado y teníamos una pequeña biblioteca. Se podía dormir y vivir. Estaba todo hecho. Faltaba la voluntad política de ponerlo en marcha",
 cuenta la egiptóloga María del Carmen Pérez Die, directora de la misión española en Heracleópolis Magna, en el Medio Egipto, y responsable oficiosa del Instituto en sus primeros años de existencia.

Ubicado en una zona noble del céntrico barrio cairota de Dokki -en una calle jalonada de embajadas y residencias de diplomáticos-, el inmueble se halla en un estado deplorable. "Ha permanecido sin uso, presupuesto, actividad y personal y únicamente ha sido utilizado de manera ocasional por algún equipo español de arqueólogos y temporalmente por el Instituto Cervantes de El Cairo, cuando se hicieron obras en su sede", confirma a este diario Alfonso Muñoz Cosme, subdirector general del Instituto del Patrimonio Cultural de España al que estaba inscrita la institución.

La descuidada vivienda fue adquirida por el Estado español en 1991 tras desembolsar la nada despreciable suma de 3,6 millones de libras egipcias (unos 366.000 euros en la actualidad). El 9 de febrero de 1993 el entonces ministro de Cultura, el socialista Jordi Solé Tura, inauguró el centro destinado a impulsar el estudio de la egiptología y servir de apoyo a las misiones arqueológicas patrias en la tierra de los faraones siguiendo la estela de otros países europeos como Francia o Alemania, con institutos potentes y bien establecidos.

En su gestación, no se escatimaron detalles. Sus 450 metros cuadrados se amueblaron sin grandes dificultades. "Tenía cuatro dormitorios; un despacho para el director y el secretario; una cocina totalmente equipada; el recibidor y una biblioteca que la hicimos a imagen de la del Museo Arqueológico Nacional", detalla Pérez Die, quien empleó la casa en los primeros años como alojamiento de su expedición y para estancias de estudio.

"Cuando llegó el Gobierno del PP, la casa se cerró a cal y canto y ahí acabaron las aspiraciones españolas del Instituto Arqueológico. Se argumentó como razón el mal uso de la vivienda pero, incluso si hubiera sido cierto, se podría haber solucionado cambiando al responsable", 

replica José Manuel Galán, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC)y director del proyecto Djehuty.

 "La idea inicial -explica- es que el ministerio de Cultura comprara los inmuebles, Exteriores se encargara del personal y para el contenido científico se pensó en que sería el CSIC el que enviaría a los especialistas".

La legación diplomática, contactada en reiteradas ocasiones por este diario a lo largo de varios días, ha declinado hacer comentarios sobre una propiedad de la que en la década de 1990 estuvo a cargo su sección cultural. "El interior se vació poco después. De quién se lo llevó y de dónde terminó todo no tengo la más mínima idea", denuncia la arqueóloga. Fuentes del ministerio de Cultura han precisado que a raíz de unas obras que nunca llegaron a realizarse parte del mobiliario adquirido en España y trasladado a Egipto fue donado a un centro dependiente de la congregación católica de los Combonianos en El Cairo. Siete años después, el resto de los enseres -almacenados en la oficina de la Agencia Española de Cooperación Internacional- se regaló "a terceros" sin que las fuentes precisen la identidad de los supuestos receptores. Los libros que conformaban el fondo bibliográfico del centro "siguen custodiados" en la citada oficina.

En 2008 el Instituto fue protagonista de una fugaz reanimación. Otro ministro socialista, el escritor Cesar Antonio Molina, visitó la sede el 17 de noviembre de aquel año y anunció su relanzamiento. "La arqueología española está entre las mejores del mundo y, sin embargo, no había un lugar que fuera su casa", proclamó Molina en declaraciones a Efe.

Su objetivo era aún más ambicioso: El resucitado centro de la capital egipcia se uniría a una "Red de Escuelas Arqueológicas en el Mediterráneo Oriental y Próximo Oriente" integrada, además, por sendos institutos en Atenas y Ammán . Una iniciativa que también resultó papel mojado.
Poco después fue cesado y Ángeles González-Sinde, su sucesora, "no tuvo ninguna sensibilidad respecto a la creación de instituciones arqueológicas españolas", lamenta Alejandro Jiménez, director del proyecto "Qubbet el Hawa" que excava en la sureña Asuán.

"No hay una política consensuada en materia científica. Dependemos de los caprichos del ministro de turno. Los directores de las misiones españolas en Egipto siempre nos hemos sentido huérfanos. Hemos tenido que recurrir a nuestra iniciativa, a nuestros contactos, a nuestro golpe de suerte y a nuestra intuición para poder desarrollar nuestra labor", agrega este profesor de la Universidad de Jaén. A diferencia de otros países europeos. 


Fuente: http://www.elmundo.es/ciencia/2016/05/06/572b977a46163f25388b45db.html

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