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martes, 19 de abril de 2016

Reconstrucción del "Libro de los Muertos"

José Manuel Galán junto al capataz de los obreros en las excavaciones

Arqueólogos españoles tratan de reconstruir el 'Libro de los muertos' en Egipto.

Este libro se considera el texto funerario en el que los egipcios guardaron los rituales, plegarias, himnos y cánticos que garantizaban que el alma del difunto superara el juicio de Osiris, cruzara el inframundo y desembarcara en el Aaru, una suerte de cielo faraónico.



Es media mañana y el calor comienza a apretar sobre Luxor, con su bodega cargada de maravillas de la antigua Tebas. Sobre la falda sur de la pedregosa colina de Dra Abu el Naga, un puñado de obreros y egiptólogos apura los últimos días de campaña. Desde hace catorce años el proyecto español Djehuty horada sus inagotables recovecos: desde la explanada exterior hasta el último palmo de una geografía aún incierta que -en palabras de su director, José Manuel Galán- resulta un "auténtico laberinto".
"Un laberinto que se acrecienta porque en época grecorromana, en el siglo II a.C., se rompen los tabiques de separación entre las grandes tumbas de Djehuty y Hery; se conectan entre sí y se convierte el interior de la montaña en unas catacumbas donde enterrar momias de ibis y halcones", 

relata Galán a pie de obra. Su equipo, formado por una veintena de especialistas y unos 140 obreros, merodea por una necrópolis inmensa en la que se amontonan enterramientos y épocas.

"Desde el comienzo planteamos nuestro trabajo como la excavación de una necrópolis. A los egipcios que nos visitan les sorprende pero, en realidad, no hay nada sorprendente. Estamos ante una necrópolis con tumbas de distinta importancia y apariencia que abarca desde el 2000 a.C., durante la dinastía XI, hasta época grecorromana".

Resguardado del sol y el polvo, la epigrafista Lucía Díaz Iglesias ha instalado su estudio en la tumba de Hery, un alto funcionario "supervisor del granero de la mujer del rey y la madre del rey Ahhotep" que vivió a principios de la dinastía XVIII (1550-1295 a.C). 
Sobre la mesa yacen esparcidas las piezas del puzzle que trata de desentrañar. "Son fragmentos que cayeron del techo de la cámara funeraria de Djehuty y que recuperamos durante la excavación", explica el jefe de la misión. 

Los restos del naufragio son el "Libro de los Muertos" que Djehuty -"supervisor de tesoros" y personaje clave de la corte de la reina Hatshepsut- mandó garabatear en la que debía ser su sepultura. En el texto funerario -traducido por los académicos como el "Libro de la salida al día"- los egipcios guardaron los rituales, plegarias, himnos y cánticos que garantizaban que el alma del difunto superara el juicio de Osiris, cruzara el inframundo y desembarcara en el Aaru, una suerte de cielo faraónico. "Djehuty era un intelectual que no quiso conformarse con las escenas típicas de las tumbas tebanas en ese momento", precisa Galán.

"Puedes ver las pinceladas y casi oler al escriba. Es en los pequeños detalles donde se halla la enjundia", murmura Galán. Y Díaz-Iglesias confirma la máxima: 
"Nos interesan las circunstancias técnicas del trabajo de los escribas y sus habilidades porque fijándote en pequeños detalles puedes determinar cual era su formación; si comprendían los textos que copiaban; los errores que cometían y cuantas veces tenían que mojar el pincel para trazar los signos. Estamos llegando incluso a identificar distintas manos de escribas". 

Un inventario -armado a partir de borrones o manchas de tinta- que descubre a los amanuenses del antiguo Egipto. "Su formación les delata porque cuando escriben con rapidez se les escapan signos en Hierático [escritura, simplificando los jeroglíficos, con la que los escribas ganaban tiempo]. Al menos dos personas diferentes dibujaron el techo por la ortografía de las palabras, la forma de trazar los signos y su morfología", apunta la académica.

Extramuros, a los pies del yacimiento, una menguada cuadrilla desentierra el descubrimiento más perezoso de la temporada: un modesto ataúd de madera.

"Está desvencijado y sin momia dentro. Conserva un poco de inscripción. Lo más significativo es la momia de carnero que se ha encontrado a su lado y que es muy inusual", replica Galán, satisfecho con la campaña que llega a su fin.

"Ha sido muy rica en inscripciones. Hemos excavado tres pozos y hemos encontrado inscripciones de la dinastía XVII, de personajes importantes y miembros de la familia real, así como linos escritos y fragmentos de papiro del Libro de los Muertos", reseña el director de un ya veterano proyecto del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) patrocinado por Unión Fenosa Gas.

Y, a pesar de los hallazgos y los fosos que aguardan ya la próxima campaña, Galán reconoce que un año más se le ha vuelto a escabullir el sueño de localizar la sepultura del príncipe Ahmose-Sapair.

"Por razones que todavía se nos escapan se convirtió en un santo de la necrópolis y durante un tiempo se le rindió veneración. Murió muy joven y no llegó a reinar pero en época ramésida se le incluyó dentro de la lista de los monarcas. Sabemos que su tumba se encuentra en Abu el Naga y creemos que concretamente está en nuestra área. Tenemos pruebas circunstanciales que lo indican pero honestamente eso no es suficiente y el historiador tiene que saber reprimirse", confiesa el egiptólogo.

"Tiene que estar ahí pero he dejado de buscarlo. Lo importante es entender la zona, ver como evoluciona su urbanismo y conocer a los personajes que nos encontramos.
La arqueología se parece a la vida. Haces tus planes y elaboras tus hipótesis pero luego el destino juega contigo".



Fuente: http://www.elmundo.es/ciencia/2016/03/30/56fa7bf246163f6b4d8b45fc.html

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